Tengo apenas una década
en periodismo, pero la experiencia acumulada en estos años me ha
fortalecido suficiente para seguir soñando.
Mis seres queridos dicen
a mis espaldas que hago mucho menos de lo que pienso y no se si eso
es un defecto o una virtud.
Lo que si se es que
varios de esos sueños que me tracé cuando apenas era un adolescente
de a poco y con mucho esfuerzo se fueron materializando.
El proceso de maduración
quizás fue más lento que otros, pero me place decir que estoy
contento con el trazado de mis pies en este incipiente camino hacia
la maduración profesional y personal.
Mientras andaba, tuve el
privilegio de compartir el proceso de maduración de otras personas,
viendo desde el brote más pequeño de su aparición en este oficio,
hasta la transformación en lo que son hoy día; profesionales que no
tienen espacio para la envidia.
También pude apreciar el
desarrollo de un medio de comunicación que venía del descenso y que
de a poco iba dibujando un perfil distinto pero similar al de los
otros medios, especialmente en materia informativa.
Era octubre del año
2003, cuando al salir de la facultad un apreciado amigo, Freddy
Almada, me encontró en el pórtico de acceso, mientras esperaba por
su esposa que también estudiaba en la Facultad de Filosofía U.N.A.
Me preguntó que había
pasado conmigo y le comenté que estaba trabajando en un canal,
haciendo nada de lo que quería con mi vida profesional. Ni siquiera
había dado el primer paso.
Freddy conocía mis
ansias por trabajar en periodismo, ya que se lo dije hasta el
hartazgo cuando trabajamos juntos en la producción de un programa de
televisión que promocionaba los talentos juveniles y en el cual yo
era un “simple asistente”.
Siempre le decía que
sería periodista y que pronto trabajaría en ello.
Al encontrarnos me
comentó que estaba gerenciando el canal en el que habíamos
compartido labores y me preguntó si seguía con el propósito de
convertirme en periodista. Al asentir me indicó que fuera al día
siguiente a un casting junto a Christian Nielsen, Gerente de Prensa,
y que le dijera que iba de su parte.
Fue así como quedé por
ironías del destino, ya que no se había presentado el otro
aspirante al puesto. No hubo necesidad de descarte, no se me antepuso
ningún rival en aquel muestreo.
Cuando me inicié en
periodismo televisivo era el único reportero del departamento de
Prensa. El coordinador estaba tan afanado en demostrar que podía
articular esfuerzos para lograr un noticiario con escasa
infraestructura, que se olvidaba de una pieza esencial de sus
labores: ignoraba mi existencia.
Mi mente no resistía
tanta presión. Todavía era lento procesando la información y tenía
la obligación de llegar con la mayor cantidad de materiales posibles
para cubrir el espacio del servicio informativo central, también el
único del canal en ese entonces.
Pensé que este trabajo
no era para mi, me veía incompetente. No manejaba todos los temas de
la agenda diaria y me costaba mucho identificar el “elemento de
relevancia” en aquella avalancha informativa.
No lo hubiese logrado sin
la ayuda incondicional de mi padre, que en esos tiempos permanecía
en el plantel de Prensa del canal con mayor peso periodístico del
país y fungía como una suerte de “coordinador externo” para mi,
era él quien me orientaba y pasaba informaciones de interés
general.
Todos los días yo
aparecía con una noticia relevante, incluso sorprendiendo la exigua
producción de mi coordinador.
Creo que aprendí a
sobrevivir en el rubro, superando precariedades y resistiendo a las
pesadillas que me ubicaban en diversas coberturas con la necesidad
imperiosa de mejorar mis tiempos en la redacción de los materiales.
Me esforcé en leer
cuanto tenía enfrente, a comprender las diversas áreas con sus
particularidades, a mejorar mis técnicas de articulación con los
colegas para nutrirme de sus experiencias; en fin, a hacerme paso en
este mundo de singulares personas que tienen como misión “informar
y robustecer a la opinión pública”.
Mi sueño era conducir el
noticiero. Mi sueño sigue siendo crecer hasta lo más alto de la
labor periodística.
En estos años me
encontré con gente dispuesta a todo para salir adelante. Personas
que le hacían frente a la insuficiente infraestructura, mientras
luchaban contra sus fantasmas internos. Seres humanos que me
permitieron crecer como individuo, de saber tratar a mis pares como
corresponde, aprovechando sus fortalezas y resguardándonos
mutuamente en nuestras debilidades.
Con escasos 3 equipos de
exteriores y con el imperativo de disminuir al mínimo el
desplazamiento para no “derrochar” el combustible asignado
semanalmente a los móviles, esta gente valerosa cumplía su misión,
para que en los informativos nadie se enterara de los problemas
domésticos.
Esta gente no conocía
límites, la idea de “llegar o tener” la información era siempre
el mejor aliciente para lograr el cometido.
Gracias a estas personas
aprendí la dulce misión de liderar, de superar mis defectos, mi mal
carácter y entender que no hay crecimiento aislado, que el
desarrollo sólo respeta una fórmula de crecimiento sinergico, donde
la ascensión de cada pieza es la catapulta para el siguiente de la
cadena productiva.
Hoy este equipo se
enfrenta a un escenario incierto y no me queda más que declarar con
y por fe lo que me indica mi convicción. No rehuyo a mi condición
de CREYENTE CRISTIANO, por más de que la historia haya bastardeado
el gran mensaje de amor que promueve el evangelio.
Para estos amigos y
compañeros de todas las secciones de este medio que dieron todo de
si en el trabajo diario, les va la analogía de la historia bíblica
de José en el capítulo 39 del libro de Génesis.
José fue arrojado a un
pozo, vendido por sus hermanos, privado de su libertad por algo que
no cometió, pero los ojos de Dios estaban puestos sobre él.
A pesar de sus
circunstancias, José nunca renunció a tres grandes componentes de
su vida: sueños, convicción e integridad.
A estos amigos que me
dieron el honor de acompañarlos en el sueño de posicionar nuestro
medio como referente periodístico les pido que se tomen de esta
promesa celestial que deviene de la experiencia de José: “...
vio su amo que Jehová estaba con él, que Jehová le hacía
prosperar en todas sus empresas”. Génesis 39:3.