jueves, 25 de abril de 2013

Caso Trotte: polémica entre juridicidad y emocionalidad


La condena de 40 años de prisión a Adolfo Trotte ha despertado una fuerte polémica en el país. La polarización es tan compleja que conjuga cuestiones de carácter moral y las que conllevan a una interpretación técnico – jurídica.

Trotte fue condenado a 30 años de cárcel, la máxima pena establecida por el código penal paraguayo, y el Tribunal de Sentencia reforzó la medida aplicando otros 10 años por razones de seguridad, considerando que el tiempo límite de privación de libertad no será suficiente para proteger a la sociedad del peligro que representa el acusado en el uso de sus derechos civiles.  


La fiscalía había solicitado la aplicación de esta condena y de las medidas de seguridad basándose en informes periciales de sicólogos y siquiatras, que dictaminaron que Adolfo Trotte es una persona con “severos problemas de sociabilidad, egocéntrico, reacciona antes de pensar y representa un líder para el mal”, según lo precisó la Presidenta del Tribunal de Sentencia, Dina Marchuk.

También sustentaron la pena sobre la base de un estudio pormenorizado de sus antecedentes conductuales, muchos de los cuales indicaban que efectivamente se trataba de una persona agresiva y  - técnicamente – peligrosa.

Durante la presentación de los argumentos del fallo, el Tribunal de Sentencia comentó con detalles todos los problemas conyugales del acusado, al punto que incluso fue mencionado como un elemento gravoso que abusaba sexualmente de su mujer, utilizando un arma de fuego para introducirlo en sus partes íntimas.

Hasta aquí el perfil criminal de Trotte da miedo. Incluso los jueces dijeron que se preguntaron en un momento “que tipo de persona no tendría miedo de una persona como el acusado”.

Trotte fue presentado ante las cámaras de todos los medios de comunicación básicamente como un “terrorista”, una persona que comete actos violentos para infundir terror, impredecible y capaz de cometer cualquier tipo de hechos, por ser emocionalmente explosivo.

Según la propia jueza Dina Marchuk quedó demostrado que es una persona “manipuladora y que quiere tener el dominio absoluto” de las personas que están a su alrededor.

Pero, ¿se compadece la condena con el hecho juzgado y el perfil del criminal? Esa es la gran pregunta que debemos hacernos.

Técnicamente, la condena impuesta a Trotte es un eufemismo de la cadena perpetua. Por su concepto, las medidas de seguridad no podrán ser interrumpidas, es decir, ni siquiera la buena conducta en prisión podrá restarle al condenado los 10 años que le fueron anexados a la pena máxima.  

Con esto, el Tribunal de Sentencia dejó por sentado que Adolfo Trotte es una persona que no podrá recuperarse durante el tiempo de reclusión y, por ende, su libertad siempre será una amenaza para la sociedad. Sin embargo, el objeto de la pena conforme al código penal vigente es que el reo se recupere para su readaptación social.



¿Fueron tan contundentes los informes periciales para concluir que Trotte es un caso perdido? Esa es otra de las consultas que uno debe hacerse. Y de prevalecer este criterio en el juzgamiento de los casos por encima de la connotación garantista del sistema penal vigente, ¿no daría paso a la aplicación de la cadena perpetua o, incluso, la pena de muerte?

El título de esta reflexión habla de una dicotomía entre la juridicidad y la emocionalidad. La juridicidad es concebida tradicionalmente como lo que va conforme a derecho. Mientras que la emocionalidad es la forma habitual con la que reaccionamos cuando algo nos indigna, que podría no ser proporcional al hecho juzgado.

El desafío es discernir hasta donde imperó lo que se “ajusta a derecho” y desde dónde incidió el contexto sociológico del crimen, donde una mujer resultó víctima del hecho luego de varios años de presunta tortura física y sicológica, que conmocionaron a la sociedad, incluyendo a los miembros del tribunal de Sentencia, en especial, a la jueza Dina Marchuk, que no ocultó sus sentimientos en su lenguaje no verbal e incluso utilizó algunos calificativos para describir la conducta del condenado.   

El caso Trotte tiene una connotación ejemplificadora, lo cual no necesariamente debe entenderse como justa o lícita.

Los jueces debieron abstraerse de la emocionalidad para establecer el fallo, especialmente, en lo que refiere a la aplicación de las medidas de seguridad, que básicamente representan la supresión de la capacidad de readaptación del sujeto afectado.

La pena máxima en este caso resulta ejemplificadora, pero el resto posee un sesgo de “castigo severo”, algo que no está previsto en el código vigente, al menos de manera taxativa, y se debe considerar que las interpretaciones son restrictivas a favor del encausado, en este caso de sus posibilidades de recuperarse.

Más aún porque las medidas de seguridad están previstas para grupos criminales que incurrieron en asociaciones criminales para la comisión del hecho punible y no a un sujeto en particular. Al respecto, el fiscal del caso, Federico Espinoza, dijo que el código no excluye la posibilidad de esta aplicación, aunque no lo diga claramente.

Esto último puede ser preocupante, al menos así lo entendí luego del comentario que me hizo un amigo abogado que me dijo: “la única forma de evitar los abusos del Estado contra un individuo es mediante reglas claras. Cuando se interpreta algo que no está regulado, se ingresa a una zona gris, donde existen mayores probabilidades de incurrir en abusos”.

Está abierto el debate, espero que los especialistas puedan disipar mis dudas.    

miércoles, 24 de abril de 2013

Surge el némesis de los princesos: los espartanos

Un amigo muy cercano me proporcionó la información. Inmediatamente la compartí en las redes sociales y la respuesta fue viral.

La corriente de los "princesos" caló tan hondo en el mundo entero, que Paraguay no pudo abstraerse del fenómeno, y no era para menos. Son muchos los hombres que aprovecharon el contexto para desenfundar sentimientos reprimidos y exponerlos sin tapujos.

Como es natural, a esta acción se contrapuso una reacción. Así arremetieron los hoy denominados "Espartanos", un grupo de caballeros que persiguen el prototipo de hombre ideal, bajo el fundamento de que el "amor es la manifestación más sublime de dar", pero a la vez se identifican a si mismos como los machos alfa, aquellos que manejan las riendas de la relación.


No obstante, me aclararon que este liderazgo está basamentado en el servicio, es decir, la idea es dar sin pedir nada a cambio, con la absoluta convicción de que el amor produce una respuesta favorable siempre.

Para que se hagan una idea de lo que ello significa me pasaron los siguientes ejemplos:
 - Un pide perdón por las ofensas a pesar de haber sido agraviado.
- Un sustenta su éxito en la vida, midiendo el índice de felicidad de las personas que ama.
 - El acompaña a su mujer al súper y coordina que los gastos no se excedan del presupuesto, pero no omite las regalías.
- El no es un casanova, él conserva a su mujer y la respeta como su joya más preciada.
- El se arregla para satisfacer a su mujer, no para competir con ella. Lava los platos para dar ejemplo de liderazgo de servicio.
- Los son los proveedores, protectores y dadores de amor desinteresado. Para ellos el dar es más provechoso que recibir.

Estas son sólo algunas características que me proporcionaron, pero que nos permiten identificar el tipo de hombre que constituye este conglomerado que ha salido en defensa de los valores masculinos originarios. 

Según me dijeron, los Espartanos han sido entrenados en el arte del amor. Pueden tropezarse e incurrir en errores, pero están dispuestos y abiertos a enmendarlos, sabiendo que depende de ellos el éxito de la relación. 

Inmediatamente surgieron en mí varias interrogantes. En principio sospeché que se trataba de un simple grupo contestatario que buscaba atenuar la fama adquirida por los "princesos", que lograron posicionarse en los medios masivos de comunicación invocando incluso un adjetivo desconocido por la real academia española. 

Sin embargo, me di cuenta que los Espartanos siempre estuvieron presentes, solo que muchos de ellos desertaron por la baja resiliencia, luego de reiteradas frustraciones provocadas por su contra-parte emocional. O bien, fueron diluyendo su identidad y se pasaron al otro bando (al de los princesos), compitiendo con sus amadas en sensibilidad, gustos y hasta en cuestiones de estética.

Hoy la sociedad debe reivindicar el valor de sus verdaderos hombres; aquellos Espartanos que abren la puerta a las mujeres para subir al vehículo, que le preparan la cena, cuidan del desarrollo integral de los chicos y que son capaces de renovar el amor venciendo a la rutina.

Y ustedes se preguntarán, por qué se hacen llamar espartanos? La respuesta es la que imaginaba. Se da en honor al registro histórico de aquellos 300 soldados espartanos entrenados para la guerra, que lograron frenar el avance de miles de soldados persas, venciendo a por lo menos 20 mil de ellos.

Actualmente, la guerra por el mantenimiento de la identidad masculina es verdaderamente encarnizada y el ejército contrario es incluso mayor que aquel que enfrentaron los espartanos en el paso de las Termópilas.



La sociedad precisa de hombres valerosos como los "neo espartanos", dispuestos a renunciar al egoísmo para fortalecer la sociedad y saciar los apetitos de su compañera idónea.

Sin embargo, los espartanos no permiten los abusos y su reinado está solventado por la premisa de que "tengo derecho a exigir obediencia porque mis órdenes son razonables", como diría el rey al Principito en la genial obra de Antoine de Saint-Exupéry.


Salud Espartanos!