martes, 17 de diciembre de 2013

Si señores, soy un soñador!


Tengo apenas una década en periodismo, pero la experiencia acumulada en estos años me ha fortalecido suficiente para seguir soñando.
Mis seres queridos dicen a mis espaldas que hago mucho menos de lo que pienso y no se si eso es un defecto o una virtud.
Lo que si se es que varios de esos sueños que me tracé cuando apenas era un adolescente de a poco y con mucho esfuerzo se fueron materializando.
El proceso de maduración quizás fue más lento que otros, pero me place decir que estoy contento con el trazado de mis pies en este incipiente camino hacia la maduración profesional y personal.
Mientras andaba, tuve el privilegio de compartir el proceso de maduración de otras personas, viendo desde el brote más pequeño de su aparición en este oficio, hasta la transformación en lo que son hoy día; profesionales que no tienen espacio para la envidia.
También pude apreciar el desarrollo de un medio de comunicación que venía del descenso y que de a poco iba dibujando un perfil distinto pero similar al de los otros medios, especialmente en materia informativa.
Era octubre del año 2003, cuando al salir de la facultad un apreciado amigo, Freddy Almada, me encontró en el pórtico de acceso, mientras esperaba por su esposa que también estudiaba en la Facultad de Filosofía U.N.A.
Me preguntó que había pasado conmigo y le comenté que estaba trabajando en un canal, haciendo nada de lo que quería con mi vida profesional. Ni siquiera había dado el primer paso.
Freddy conocía mis ansias por trabajar en periodismo, ya que se lo dije hasta el hartazgo cuando trabajamos juntos en la producción de un programa de televisión que promocionaba los talentos juveniles y en el cual yo era un “simple asistente”.
Siempre le decía que sería periodista y que pronto trabajaría en ello.
Al encontrarnos me comentó que estaba gerenciando el canal en el que habíamos compartido labores y me preguntó si seguía con el propósito de convertirme en periodista. Al asentir me indicó que fuera al día siguiente a un casting junto a Christian Nielsen, Gerente de Prensa, y que le dijera que iba de su parte.
Fue así como quedé por ironías del destino, ya que no se había presentado el otro aspirante al puesto. No hubo necesidad de descarte, no se me antepuso ningún rival en aquel muestreo.
Cuando me inicié en periodismo televisivo era el único reportero del departamento de Prensa. El coordinador estaba tan afanado en demostrar que podía articular esfuerzos para lograr un noticiario con escasa infraestructura, que se olvidaba de una pieza esencial de sus labores: ignoraba mi existencia.
Mi mente no resistía tanta presión. Todavía era lento procesando la información y tenía la obligación de llegar con la mayor cantidad de materiales posibles para cubrir el espacio del servicio informativo central, también el único del canal en ese entonces.
Pensé que este trabajo no era para mi, me veía incompetente. No manejaba todos los temas de la agenda diaria y me costaba mucho identificar el “elemento de relevancia” en aquella avalancha informativa.
No lo hubiese logrado sin la ayuda incondicional de mi padre, que en esos tiempos permanecía en el plantel de Prensa del canal con mayor peso periodístico del país y fungía como una suerte de “coordinador externo” para mi, era él quien me orientaba y pasaba informaciones de interés general.
Todos los días yo aparecía con una noticia relevante, incluso sorprendiendo la exigua producción de mi coordinador.
Creo que aprendí a sobrevivir en el rubro, superando precariedades y resistiendo a las pesadillas que me ubicaban en diversas coberturas con la necesidad imperiosa de mejorar mis tiempos en la redacción de los materiales.
Me esforcé en leer cuanto tenía enfrente, a comprender las diversas áreas con sus particularidades, a mejorar mis técnicas de articulación con los colegas para nutrirme de sus experiencias; en fin, a hacerme paso en este mundo de singulares personas que tienen como misión “informar y robustecer a la opinión pública”.
Mi sueño era conducir el noticiero. Mi sueño sigue siendo crecer hasta lo más alto de la labor periodística.
En estos años me encontré con gente dispuesta a todo para salir adelante. Personas que le hacían frente a la insuficiente infraestructura, mientras luchaban contra sus fantasmas internos. Seres humanos que me permitieron crecer como individuo, de saber tratar a mis pares como corresponde, aprovechando sus fortalezas y resguardándonos mutuamente en nuestras debilidades.
Con escasos 3 equipos de exteriores y con el imperativo de disminuir al mínimo el desplazamiento para no “derrochar” el combustible asignado semanalmente a los móviles, esta gente valerosa cumplía su misión, para que en los informativos nadie se enterara de los problemas domésticos.
Esta gente no conocía límites, la idea de “llegar o tener” la información era siempre el mejor aliciente para lograr el cometido.
Gracias a estas personas aprendí la dulce misión de liderar, de superar mis defectos, mi mal carácter y entender que no hay crecimiento aislado, que el desarrollo sólo respeta una fórmula de crecimiento sinergico, donde la ascensión de cada pieza es la catapulta para el siguiente de la cadena productiva.
Hoy este equipo se enfrenta a un escenario incierto y no me queda más que declarar con y por fe lo que me indica mi convicción. No rehuyo a mi condición de CREYENTE CRISTIANO, por más de que la historia haya bastardeado el gran mensaje de amor que promueve el evangelio.
Para estos amigos y compañeros de todas las secciones de este medio que dieron todo de si en el trabajo diario, les va la analogía de la historia bíblica de José en el capítulo 39 del libro de Génesis.
José fue arrojado a un pozo, vendido por sus hermanos, privado de su libertad por algo que no cometió, pero los ojos de Dios estaban puestos sobre él.
A pesar de sus circunstancias, José nunca renunció a tres grandes componentes de su vida: sueños, convicción e integridad.
A estos amigos que me dieron el honor de acompañarlos en el sueño de posicionar nuestro medio como referente periodístico les pido que se tomen de esta promesa celestial que deviene de la experiencia de José: “... vio su amo que Jehová estaba con él, que Jehová le hacía prosperar en todas sus empresas”. Génesis 39:3.