La historia detrás de la historia
Son
muchos los seudónimos que ha recibido a lo largo de su carrera en el
fútbol de barrio, pero él se sintió a gusto con “Kabalo”,
expresión familiarizada fonéticamente con “caballo”, mote que
había heredado de su padre, un consagrado zaguero central del fútbol
de primera división de la década de los 70.
Fernando
Rivarola (30) es uno de esos jugadores que el fútbol profesional
paraguayo lamenta no tener en sus filas. Hombre de marca y ataque,
caracterizado por una patada severa, la cual hizo que ganara su
distintivo “marcante”.
Fernando Rivarola vía Facebook
En
los torneos de barrio disputados en Asunción, en los últimos 15
años se ha convertido en una figura tan emblemática, como lo fuera
en el siglo pasado el legendario Arsenio Erico para el fútbol
argentino.
Su
capacidad de anotar goles es indespreciable. “Es un jugador de área
y fuerza, que sabe sacar provecho a los pocos espacios y que arroja
un disparo al arco sin tomar mucho impulso”, así lo describen sus
amigos de infancia, al tiempo de comentar que los muchos logros
obtenidos se debieron siempre a su formidable rendimiento.
Sin
embargo, este jugador excepcional y goleador histórico (9 trofeos de
goleador y más de 300 goles marcados) nunca pudo consagrarse campeón
disputando el partido.
La
primera vez que su equipo Spartakus salió campeón se encontraba en
el banco de suplentes. Algunos indican que en dicha ocasión no ocupó
la nómina principal porque se había excedido de copas la noche
anterior.
Pero
esta vez, la historia del fútbol no profesional lo redimió. Kabalo
se consagró campeón estando en la cancha. El sábado 26 de
noviembre de 2013 se convirtió en una fecha histórica, en especial
para quienes lo vieron crecer.
Fernando Rivarola vía Facebook
Esta
fecha tiene una connotación especial, porque se rompió un
maleficio. En esa fecha Kabalo disputó su final número 13, y fue la
primera vez que pudo levantar la copa con el sentimiento propio del
deber cumplido.
“Esta
vez no miró el partido desde el banco de suplentes, lo hizo estando
en la cancha y anotando el último penal” manifestó notablemente
emocionado con lagrimas en los ojos Julio Rodríguez, miembro de la
hinchada del club Spartakus.
Kabalo
logró quebrar la mente de los incrédulos y redimió al mismo
“Saltarín Rojo”, ya que Erico dejó un gran vacío en su legado
futbolístico. “Si bien Arsenio Erico fue el mejor jugador en la
historia del fútbol paraguayo, nunca pudo vestir la albirroja”,
recuerda Julio Rodríguez, al hacer un paralelismo con la notable
hazaña lograda por Kabalo en el fútbol amateur.
Fernando
Rivarola dio un salto importante en su legajo deportivo. En su caso,
los libros no lo recordarán como el hombre que quiso ser, sino por
el que fue y venció la mala fe de quienes creían que nunca lograría
levantar la copa con absoluta autoridad moral, como finalmente lo
hizo.