
Varios sicólogos coinciden en que la etapa eufórica del enamoramiento tiene un periodo de vida de 2 años.
Bajo este criterio, el presidente de la república, Fernando Lugo, tiene suficiente tiempo para reconquistar a la gente que pudo sentirse defraudada por su inconducta al ocultar su paternidad y por las escasas señales de cambio que hasta ahora su gobierno ha dado.
Otros elementos que propician la reconquista del mandatario son factores de carácter socio-cultural. El machismo paraguayo es uno de los más arraigados en el mundo y lo simpático de este estigma social es que son las mujeres las que lo mantienen vigente.
La incapacidad de retención o fallas en la memoria a mediano y largo plazo sería el otro elemento preponderante. Nuestra sociedad es de fácil perdón, peculiaridad espiritualmente conmovedora, pero muy poco práctica políticamente, en el caso de no ser retribuida con equivalencia por los sujetos perdonados.
Algunos expertos en marketing político reconocen que la confesión del mandatario socavó su principal plataforma electoral, como lo fue su manto de pureza y credibilidad. En cambio, estiman que por las características de nuestro pueblo, el impacto podría ser menor de lo esperado por los sectores políticos de oposición y por los mismos medios de prensa.
Lugo hoy ya no sólo nos vende una imagen de transparencia sino que, a mi criterio, sus asesores están utilizando como recurso una figura tan iconoclasta como su misma asunción al poder tras dejar los hábitos. El Lugo post “cônfessiô” ahora nos muestra una imagen de arrepentimiento desde el ejercicio del poder, la misma que utilizan los hombres cuando intentan reconquistar a la mujer que decepcionaron.
Esta estrategia puede resultar apropiada en una sociedad deprimida y subvalorada en el pasado, ya que la ultra sensibilidad haría que las barreras de la frustración decaigan fácilmente contra la seductora galantería de renovar promesas.
A esto se debe agregar otro aspecto arraigado en la sociedad paraguaya: “La negación de su libertad”. Esto se explica fácilmente con la añoranza de muchos sectores sociales hacia figuras autoritarias como Stroessner y se consolida con la asunción al poder de una figura mesiánica, como el actual presidente Lugo.
El paraguayo todavía no se concibe como sujeto activo de cambio y como coadyuvante del desarrollo de la democracia, por tanto sigue apostando al cambio sin participar de él y entregándoselo al azar o a aquel que “emocionalmente” resulte como mejor postor.
Todos estos elemento juegan a favor de que el incidente de Lugo quede anotado en el anecdotario de nuestra incipiente conciencia cívica.
Así que, doy por cierto que el presidente está a tiempo de volver a enamorarnos.