lunes, 13 de abril de 2009

Huérfanos del cambio



A más de uno habrá sorprendido la confesión del presidente de la república del Paraguay, Fernando Lugo, sobre su paternidad “irresponsable”, que la tuvo bien oculta durante casi dos años y que atravesó la cruenta campaña electoral que concluyó con su elección y posterior asunción al poder, dejando atrás al menos seis décadas de hegemonía colorada.


Lugo era el abanderado de la esperanza hacia el cambio. Su perfil, muy bien diseñado por el marketing político, embaucó a la mayoría de los electores con un cariz sobrio, austero, confiable y “fiel”.
De hecho, no resulta para nada novedoso que un prelado este envuelto en un escándalo de tinte sexual; en muchos otros casos, las víctimas suelen ser niños, y, peor aún, las estadísticas indican que suelen ser del mismo sexo. Pero más allá de querer atribuirle con al menos un atisbo de “normalidad” al hecho, no deberíamos dejar de sorprendernos con este tipo de sucesos y, mucho menos, justificarlos.
Habrá quien a partir de ahora ponga a consideración la innecesaria condición de celibato en el oficio sacerdotal y, probablemente, encuentren argumentos hasta interpretando pasajes bíblicos. Eso sería una verdadera pena.
El cuestionamiento no pasa por el hecho de que el mandatario haya quebrantado un imperativo de carácter religioso, que por cierto, sólo lo justifica un sector del catolicismo, ya que el otro considera apropiado que el sacerdote tenga una “ayuda idónea” al conformar una familia del lado de su mujer.
La cuestión radica precisamente en el elemento que hoy desvanece por su descuido. La responsabilidad, que trae aparejados al compromiso, la integridad y la verdad.
El presidente Lugo lesionó estos aspectos trascendentales que le sirvieron de plataforma para ganarse a un electorado cansado de las mentiras y angustiado por el desamparo.
Asimismo, es cierto que el reconocimiento público de su irresponsabilidad lo convierte en un ser valiente, pero no le quita lo insensato.
Lugo se había abocado a un compromiso con su congregación, le había conferido a Dios sus deseos carnales y decidió desapegarse de todo lo que para su convicción no sería de utilidad a sus propósitos. Podemos no estar de acuerdo con estos criterios, pero él los aceptó.
Y lo que es peor, esta inconducta puede llegar a compelerlo a someterse a la justicia bajo figuras jurídicas como el estupro o la misma coacción sexual, en su calidad de depositario de la fe.
Con todo esto, hoy el presidente de la república nos obliga a reconsiderar estos aspectos de suma vitalidad para la correcta evolución de nuestra condición de país demócrata y nos confronta a reconocer que seguimos siendo una sociedad hipócrita, aferrada a escudriñar sobre la paja que el prójimo lleva en el ojo, mientras socavamos la realidad con falsas expectativas.
No quisiera que el gobierno paraguayo democráticamente constituido el 15 de agosto de 2008, tenga que decaer por asuntos de carácter pasional.
Con o sin Lugo, el pueblo paraguayo debe salirse de su adolescente transición democrática y madurar en su convicción de república, para que su prosperidad no esté sujeta a tropiezos generacionales.
De no ser así, seguiremos huérfanos del cambio.

2 comentarios:

  1. Habria que preguntarse si una persona que traiciono un pacto de fe, no sera capaz de traicionar el pacto con sus electores y, por ende, con la democracia.

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  2. Sacando la religión de lado, y desde una perspectiva práctica, lamentablemente el pueblo fue engañado con un producto falso. El “Lugo 2008” vendido no es el que pensábamos. Todos tienen derecho, por ser humanos, a tener errores, no creo personalmente que el adulterio del señor Fernando Lugo lo condene para una vida miserable y ni que no se pueda levantar de semejante error. Pero si creo que su credibilidad se visto fuertemente perjudicada, se reveló y por factores externos no por iniciativa, la verdadera persona que es Lugo, la verdad que vive y no confesaba. El solo tenía ese compromiso, su profesión era religiosa, y ese era su compromiso, siendo obispo y ex obispo siempre lo afirmó. Hoy sabemos que faltó a ese compromiso, la lealtad y compromiso con la verdad que menciona el autor del blog no es confiable para nada y eso es lo que esperaba el pueblo de este nuevo líder, que no es un brillante economista, ni un imbatible jurista o un objetivo periodista, etc. Era un hombre de fe, y esa condición en este país latinoamericano religioso, fue valorada y aceptada. El cambio venia por ese lado…
    Bernard L. Madoff, la mente brillante de Wall Street bien podría ser el gran presidente de Estados Unidos o Paraguay (si nos ponemos a fantasear), era el economista que podría sacar a Estados Unidos del pozo financiero. Imagínese la imagen del marketing político de su campaña, la solución a la crisis! Quien más que el mago de la bolsa! La gente confiaría en su éxito, en su credibilidad, en lo que es; o sea un economista. Pero llega el día negro… el flamante presidente de la super potencia Estados Unidos, al transcurrir casi un año de poder, es descubierto en un gran escándalo financiero de su pasado. Todo el éxito que creyeron los votantes americanos, se debió a una llana estafa, la brillantez que relucía en oro, era solo resultado del engaño a otros, de un sucio negocio de más de 50.000 millones de dólares, riqueza que de parecer éxito pasó a perjuicio.
    Cerrando la idea, es obvio que esta fantasía es muy diferente a la del caso Lugo papá, pero sin medir los niveles de perjuicio, por que no sabemos que consecuencias va a tener para nuestro país, y no podemos valorar lo que pierde esa señorita y la criatura, tengo una lamentable sentencia, basado en los hechos a Bernard L. Madoff lo podremos llamar ahora ladrón, y a nuestro querido ex obispo, actual presidente de la República del Paraguay lo llamaremos mentiroso.

    Andrés Chica.

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