domingo, 22 de marzo de 2009

Responsabilidad en tiempos de crisis

En tiempos de crisis es cuando verdaderamente reluce nuestro sentido de compromiso. Hablo de todo aquello que decidimos hacer en tiempos de “auge” y que lo desvalorizamos cuando la situación es adversa. Esto ocurre en economía y en relaciones humanas.
Angustia, tensión, desesperación son palabras que comandan nuestros sentidos cuando vienen arreadas por su madre: la crisis.
Por tanto, podemos decir que en mayor proporción la crisis deviene en infortunio si esta disociada de responsabilidad.
Esta última palabra, en una de sus acepciones registradas en el diccionario de la Real Academia Española significa: “Capacidad existente en todo sujeto… para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente”. Esto nos induce a pensar, indefectiblemente, en que debemos aprender a captar nuestros compromisos, al tiempo de reconocer que la crisis es el factor de ajuste que debemos aprovechar como oportunidad para reconstruir nuestra realidad.
Parece tan fácil, pero la angustia le resultó difícil al mismo Jesucristo. El capítulo 26 del libro de San Mateo nos habla de dos situaciones contrapuestas a cerca del verdadero significado del término “responsabilidad”.
En este caso lo escogí a Pedro, uno de los discípulos de Jesús, para servirnos de mal ejemplo. Pedro representa nuestra típica reacción ante la turbulencia. Por su parte, Jesús una vez más nos demuestra el valor intrínseco de hacer lo justo pese a nuestras emociones.
Este pasaje nos habla del momento en el que Jesús empezó a percibir que en 2 días sería muerto en la cruz, entregado por los suyos. Por supuesto, como le ocurriría a cualquiera, la angustia era el condimento de sus días, Jesús confesaba que su “alma estaba muy triste”.
Pedro, quien era uno de los más allegados al mesías, impartiría en el monte de los Olivos, la frase que nos permite hoy reflexionar sobre la responsabilidad y el compromiso en tiempos de crisis; Jesús dijo a sus discípulos que se apartarían de él cuando le llegara el momento. En cambio Pedro, sin titubeos, le replicó diciendo que nunca lo negaría. Ustedes ya saben cómo continúa lo de este apóstol y cómo negó a Jesús en tres ocasiones cuando su bienestar corría peligro. En cambio, Jesús, que tenía la pesada carga de morir por nuestros pecados, traicionado por sus más cercanos, se entregó en oración, apartó de si sus emociones y reconociendo el mandato de su padre le dijo “hágase tu voluntad”.
En este claro ejemplo podemos entender el comportamiento de Jesús como una lección de vida y prosperidad, a él le valió la vida eterna, y a Pedro, el arrepentimiento por amor lo convirtió en siervo de Dios.
En ambos casos la moraleja es simple. La responsabilidad es el motor de empuje para salir del barranco, el compromiso es la inercia que permite el movimiento del ente responsable y el amor es el reparador de las heridas, tras la toma de decisiones erradas.
La crisis ha existido en todos los momentos de la historia, y su efecto cíclico no lo cambiará ningún presidente o profeta, sólo depende de nosotros entender que la responsabilidad es el cimiento que nos permitirá construir oportunidades en plena turbulencia.
Hoy la crisis, sea económica o emocional, está presente con su mayor esplendor, pero sólo nosotros conocemos su punto débil y está ubicado justo en el lugar en donde tu fe ha instalado su fábrica de oportunidades.

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