Desde hace días se regodea
en mi mente la necesidad de tocar un tema que se me presenta bastante
antagónico. Es una de esas ideas que uno se plantea y desea contrastarla con la
realidad. El título de este pensamiento ya desnuda su perfil dicotómico.
Es notable como la
riqueza, en cualquiera de sus manifestaciones, tiende muchas veces a
descalabrarse hacia el fracaso y en contrapartida, cómo de las precariedades
surgen las mejores oportunidades de desarrollo. ¿Por qué? Eso es lo que
intentaré explicar con algunos ejemplos.
La vida en sí es una
ficción que no la entendemos hasta que nos hace parte del rodaje. Cada
minúsculo detalle cotidiano adquiere otra connotación cuando la ponemos en su
correcta perspectiva… fíjense.
Gustavo Mancuello es un
joven de 19 años que nunca conoció a su padre. Su infancia estuvo marcada por
la ausencia de una figura paternal, situación que con mucho ímpetu fue
compensada, de algún modo, por la laboriosidad y entrega que logró conjugar su
madre en un amor sublime.
Gustavo recibió la
educación básica y complementaria como corresponde. En su adolescencia sintió
mucha atracción por el mundo informático, es así que decidió cursar sus
estudios secundarios en la carrera de técnico en informática.
Lo singular de este joven
es que nunca tuvo una computadora durante sus tres años de bachillerato. ¿Y
cómo lo hizo? Gustavo se las ingenió para suplir la ausencia material.
Cada minuto en la sala de
computación era valioso. Cuando era hora de interactuar con la máquina, todos
sus sentidos estaban en alerta. Incluso, logró que su interés lo llevara a
dibujar una computadora en su cuaderno anotador, con todas sus partes, y desde
allí iba repasando funciones y técnicas, imaginándose la presencia física del
procesador, hasta el próximo encuentro “real” con esta anhelada herramienta.
Sin una máquina a su
disposición, Gustavo logró egresar entre los mejores. Hoy día desea concretar
su siguiente objetivo: recibirse de ingeniero en informática.
Gustavo en su actual trabajo
Siempre hemos oído el
aforismo consuetudinario que nos dice que “aquello que más nos cuesta, es lo
que más valoramos”, y es verdad.
Paraguay es un país rico
en recursos naturales. Posee una ubicación geográfica estratégica (justo en el
corazón de Sudamérica) lo cual le permite estar en contacto directo con varios
países del cono sur para el tráfico comercial.
Paraguay agrícola vía google
El suelo guaraní es tan
fértil que la agricultura hasta podría constituirse en un rubro citadino. Aún
así, el país está ubicado entre aquellos con mayor índice de pobreza (32,4% a 2011),
menor desarrollo urbano, bajos niveles de competitividad y pésimos indicadores
en calidad de gestión educativa y de aprendizaje; esto último según un estudio
elaborado por el Foro Económico Mundial, que indica que Paraguay está en el
puesto 138 de 142 países por sus bajas condiciones educativas.
Niños paraguayos en clase
Pero aquí no se trata de
hacer una apología de la escasez. Por el contrario, la idea es someter al
ajuste del raciocinio el derroche de oportunidades por una mala actitud.
Un ejemplo de buen
aprovechamiento de los recursos disponibles y de ejecución de un plan
estratégico de desarrollo diferenciado es el sistema educativo finlandés.
Este país ubicado al este
de Europa rompe con todos los paradigmas. Un informe publicado por BBC Mundo
señala que “No son los que más invierten
en educación (menos del 7% del PIB), ni los que imponen la mayor carga horaria
a los niños en las escuelas (608 horas lectivas en primaria en comparación con
875 de España, por ejemplo)”, aún así los resultados de su política
educativa, que ni siquiera es demasiado exigente al punto que los estudiantes
son sometidos a evaluación recién terminada la secundaria, ubica a este país
entre los que mayor índice de aprendizaje posee su población.
La motivación de Finlandia
es precisamente haberle sacado provecho a su fortaleza, advirtiendo sus
limitaciones.
Este país no goza de una
fuente exuberante de recursos naturales y está ubicado justo en el centro de países
de grandes economías como Rusia y Suecia. Sus gobernantes entendieron que el
único recurso que les daría competitividad sería la cultura, particularmente su
dominio en el ámbito del saber.
Niños finlandeses
En este país hace frío
casi la mitad del año y en invierno las temperaturas pueden llegar a los -25 º
C. Es increíble como en este contexto, este país posee una floreciente
estructura económica industrial y una respetada estructura sociológica donde el
saber es la balanza que define el estatus social de la población, más que la
simple y llana acumulación de riquezas. Por ejemplo, en Finlandia ser maestro
es todo un galardón.
Por otro lado, un ejemplo
del derroche por mala actitud lo encontramos en el relato bíblico que refiere a
la historia del rey Saúl.
En 1 Samuel 9:2 la biblia
describe a este hombre con excepcional precisión respecto a sus cualidades
externas “…joven y apuesto… En Israel no había otro más elegante que él. Del
hombro arriba sobrepasaba a todos”.
El plan de Dios en la vida
de Saúl era convertirlo en un ser tan poderoso y especial que, incluso, ya
había declarado que sería un hombre victorioso. No obstante, este privilegiado
hebreo tenía un rival para él infranqueable: una terrible inseguridad.
Saúl luchaba contra un
complejo de inferioridad, muy a pesar de sus cualidades internas y externas. El
se veía como lo que este mundo le indicaba, hijo de la familia más pequeña de
la tribu más pequeña de Israel.
Básicamente este hombre
desoyó su bendición y la derrochó. ¿Qué estás haciendo vos?
Ilustración Rey Saúl vía google
Esta misma premisa se
extiende a las relaciones de pareja y a los múltiples roles que nos impone el
proceso de socialización.
La maldición no está
necesariamente en las cosas ni en las circunstancias, se encuentra en el mismo lugar donde sabiamente Jesús
indicó que estaba el cofre sagrado de nuestro desarrollo “Porque donde esté
vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” Mt. 6:21.
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