miércoles, 14 de enero de 2009

Un poco de Jesús

Sigo de cerca el comportamiento del mercado a la espera de un comercio que pueda proveerme artículos de suma utilidad para estos tiempos, ya que, probablemente, no serán afectados por la caída del hábito de consumo a nivel mundial. ¿Por qué no existen promociones especiales de paciencia, amabilidad, humildad y decoro? Rápidamente la respuesta me resuena al oído hasta hacerme sentir verdaderamente ignorante. ¿Cómo se colocarían productos que no están a la moda, aquellos que por obra y gracia del libre mercado no pueden ser sujetos de intercambio comercial?
La sociedad de hoy y siempre nos ha enseñado que somos en la medida de lo que tenemos o adquirimos, esta teoría se enseñorea en spots publicitarios, en carteleras de cine y hasta en relaciones emocionales.
Pero el “soy en la medida de lo que tengo” básicamente refleja el escaso valor que poseemos sobre nosotros mismos.
El reducir al hombre a un producto comercialmente congruente al valor de un objeto, nos habla de que renunciamos a lo más ostentoso de nosotros mismos, nuestro valor agregado; el entendimiento.
Cuando valoramos nuestra existencia únicamente de acuerdo a la acumulación de objetos, nos estamos igualando a ellos, es decir, de seres pensantes y gobernantes, pasamos a seres inanimados, tasados al mejor postor o al ánimo del mercado y, por lo tanto, subordinados.
El introducirnos al mercado como un objeto asequible de la vitrina mercantil nos ha suprimido este potencial distintivo. Hemos olvidado que somos capaces de pensar y que nuestro comportamiento no es el simple resultado de un acto reflejo que responde ante determinado estímulo; somos capaces de decidir.
Unos miles de años atrás, un hombre que se asomó a la tierra y se mimetizó entre nosotros renunciando a su “yo”, nos enseñó que la bondad del espíritu es un artículo que no se deprecia en el mercado, y no solamente por su poca oferta, sino porque es de fabricación ilimitada.
Lo mejor de todo es que este hombre nos regaló frases que hasta ahora no las comprendemos y que por ello los vicios del consumismo siguen siendo el origen de nuestros males.
Cómo no valorar palabras como “donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” Mt 10:21.
Jesús nos hablaba claramente de que si el objeto de nuestras obsesiones se limita a lo material, este será premio y condena de todos nuestros males. La paciencia, amabilidad, humildad y decoro, no son artículos que se nos ofertan en el mercado a destacadas gangas, pero si pueden ser los cimientos de nuestra felicidad futura.
De todo lo demás extraigo una premisa. Sólo adquiriendo un poco de Jesús en nuestro hábito sería suficiente para hacerle frente a una avalancha financiera global o a la retracción del hábito de consumo que vaticinan los expertos, porque este hombre que superó los límites de lo material – al menos para los que en él creemos - fue el mismo que nos dijo que no sólo del pan vivirá el hombre, y si querés agregale que el resto viene por añadidura.
La crisis financiera global es el resultado del mal hábito de consumo, de la insatisfacción propia de las personas que destinaron su vida al objeto y cuyo exceso generó lo que hoy consideramos “temor de compra” o la incapacidad de arriesgar lo poco que se tiene ante la posibilidad de que se acabe.
Por suerte te digo que los valores no tienen vida finita en el mercado y que hasta son autorrenovables.
Te invito a que no te limites a comprender estas palabras textualmente, sino que a partir de ellas te preguntes por qué tu hijo no te respeta o por qué te cuesta tanto esbozar una sonrisa, dejar fluir una caricia, perdonar o pedir perdón, o darle la mano a tu prójimo. ¿Será que no encontraste en el supermercado estos productos de los que te hablo?
Si es así, sencillamente te animo a que revises donde está tu tesoro.

1 comentario:

  1. A partir de esta entrada se me ocurren varios comentarios. Uno de los comportamientos comunes como resultado del consumismo es la cosificación de las personas. El trato que normalmente deberíamos dar a las cosas es que las cosas están para ser usadas y las personas para ser amadas. Sin embargo, ultimamente vemos que la gente "ama a las cosas y usan a las personas". Uno de los evangelios da cuenta que un día Cristo estaba caminando por ahí cuando unos religiosos buscaron ponerle un trampa. Le consultaron si era correcto que los judíos paguen tributos al Cesar. En ese momento Jesús lanza otra de sus magistrales frases "den al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios." Muchos hablan que con esa frase, lo que hizo fue marcar la separación entre la iglesia y el estado. Para mí antes que marcar una separación como esa, nos está enseñando a darle a cada cosa su debido lugar.

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