jueves, 26 de febrero de 2009

Las ironías del salario mínimo

Según informaciones provenientes de las centrales obreras, en marzo próximo el poder ejecutivo paraguayo decretará el incremento del salario mínimo en un 10 por ciento. Afortunadamente, tuve la oportunidad laboral – al cual respondí con el mayor esfuerzo – de acceder a un puesto que me permite ganar por encima del salario mínimo. En términos conceptuales, podría entenderse que esto me permite llevar una vida cómoda superior al promedio, siempre y cuando ajuste mis niveles de ingreso a mi voracidad de consumo. Es decir, mi calidad de vida posee como factor de ajuste; las prioridades que establezco es mis gastos. Ahora bien, será que un salario no superior a los un millón quinientos mil guaraníes (algo así como 300 dólares) es suficiente. Por supuesto que no. Pero también se puede sentenciar que ninguna cifra resultará suficiente si no somos sesudos en nuestras erogaciones. Entretanto, se deben considerar otros factores para el establecimiento del salario mínimo y su consecuente ponderación para el reajuste. Por ejemplo, el reajuste del salario mínimo se establece como paliativo a la depreciación de la capacidad de consumo y, sorprendentemente, su efecto a corto plazo es inflacionario, lo cual nos dice que inmediatamente pierde su sentido de paridad con el costo de vida que tanto se reclama. Por otra parte, este reajuste representa la pérdida del valor de compra de quienes ganan más, ya que no está previsto en los cálculos de ningún empresario ajustar el pago de todos sus empleados de manera proporcional a quienes perciben el básico de subsistencia. De ser así, el estrepitoso aumento de costos forzaría una ola de despidos masivos y el engrosamiento de los niveles de desempleo en un país que necesita hacerle frente al déficit que posee precisamente en el campo laboral. Considero válido el incremento del salario mínimo, si superficialmente se tiene en cuenta la pérdida del poder adquisitivo de la población. Pero, si se analiza en profundidad, un sistema económico coyuntural, solventado en medidas políticas con pretensiones meramente electoralistas, podría generar mayores pérdidas que ganancias, principalmente en tiempos de crisis. En estos tiempos donde las principales economías del mundo entraron en recesión y han incrementado a niveles históricos los niveles de cesación laboral, lo conveniente sería que antes de tomar decisiones antojadizas, se trabajara sobre cuestiones estructurales como el replanteamiento del pesado gasto público y apostar a la creación de oportunidades de inyección de capital para inversores (nacionales o extranjeros) y de esa forma reactivar las empresas deficitarias y, con ello, la economía nacional. Asimismo, me pliego a la postura de mi querido amigo, el Dr. Víctor Pavón, de suprimir las tipificaciones legales que establecen la rigurosidad en la fijación de un salario básico y se abra esta operación a la libre disposición de la oferta y la demanda, con lo cual podrían haber más jóvenes con empleo real e interesados en superarse para poder ganar más. Ya no es tiempo de sembrar pobreza en la esterilidad de la tierra de la falsa moral y los discursos sin contenido. Es momento de activar la previsibilidad y pensar a futuro.

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