viernes, 5 de junio de 2009

Campo de concentración de Buchenwald


El crujir de las piedras que se oyen tras los pasos recuerda nítidamente el dolor de miles de personas que estuvieron recluidas en este sitio.

El campo de concentración Nazi de Buchenwald fue uno de los más grandes que tuvo el tercer Reich alemán. Aquí fueron recluidas 250 mil personas, entre judíos, homosexuales, opositores políticos, los denominados antisociales y extranjeros, de los cuales murieron 56 mil.
La orden de construcción de esta base fue dada en el año 1936, luego de la reunión de los líderes del Partido Nacional Socialista, quienes coincidieron en la idea de crear esta suerte de purgatorio terrenal, en cercanías de la ciudad de Weimar, al sureste de Berlín, ya que su ubicación geográfica la indicaba como una de la más centrales del país, y por lo tanto, la mejor posicionada para el trafico de todo tipo de productos y armamentos.
Este lugar no era concebido como un campo de exterminio, como lo fueron otros campos de concentración. Se trataba más bien de un centro de producción, en donde la gente estaba predestinada a trabajar hasta la muerte. El trabajo forzoso y la mala calidad de vida fueron los verdugos de miles de personas, principalmente hombres.
El nazismo utilizó esta base para la fabricación de centenares de armas, desde un depósito ubicado al costado izquierdo de la estación ferroviaria, esta última construida también por los presos en un tiempo record de tres meses.
Cuentan que para el trabajo, los hombres utilizaban unos zapatos de madera que al ir gastándose desprendían sus astillas, incrustándoseles en los pies. Esto provocaba heridas que al infectarse derivaban en cuadros febriles u otros síntomas de enfermedad, lo cual conducía al paciente directamente a la muerte, ya que la orden nazi imponía austeridad absoluta en el manejo de los recursos, lo que indicaba que no había dinero para curar a los enfermos.
La inmensa estructura que cuenta con 18 edificios dedicados al entrenamiento de la fuerza militar del nazismo, más conocida por sus siglas SS, fue construida completamente por los presos. Aunque a simple vista se presume que significó un desembolso millonario, los responsables del lugar, que hoy día funciona como un memorial, indican que a la dictadura Nazi le representó un ahorro importante la explotación laboral de los internos y el uso de una cantera muy próxima al sitio.
En Buchenwald el día arrancaba para los presos a las 3 de la mañana. Al sonar las sirenas se concentraban en el patio principal y debían aguardar parados al menos tres horas, hasta que los oficiales contaran uno por uno para determinar que no faltara nadie. Los intentos de fuga eran fatales tanto para quienes lo procuraban como para aquellos que nada sabían al respecto.
En el invierno de 1938, a dos días de la navidad, dos internos procuraron fugarse. La SS tras realizar su conteo rutinario advirtió la ausencia, lo cual los indujo a volver a realizar el control. Otras tres horas después, con la ratificación del faltante se activó la alarma. Los internos fueron obligados a permanecer en sus filas durante 19 horas. Aquella jornada había concluido con 95 muertos por desvanecimiento, más los dos que pretendían escapar.
Ingresando al patio la piel se eriza por lo terrible que era este lugar. Los internos eran obligados a producir armas y realizar todo tipo de labranzas con escasas calorías corporales. Por la mañana, los judíos sólo recibían una porción de café con un trozo de pan no mayor a los 150 gramos, la ración era más onerosa para los presos políticos alemanes quienes podían recibir hasta 250 gramos de pan. Al mediodía se les servía una comida ligera y quien llegaba con apetito a la noche se encontraba con otro pequeño trozo de pan y una minúscula taza de café. Cuentan que el tiempo promedio de vida de una persona era de aproximadamente 3 meses, en especial para los judíos y homosexuales quienes tenían como responsabilidad polvorizar en el crematorio el cuerpo de sus compañeros muertos.
En este campo de concentración los nazis manejaron al pie de la letra el manual de instrucciones sobre tortura física y sicológica. En el portón de ingreso está inscripto en alemán la frase “cada quien en su lugar”, que al estar sólo accesible a la vista de los presos, connotaba que ellos se merecían el trato denigrante. Lo mismo ocurría con el parque zoológico ubicado justo al lado de las celdas, a no más de 100 metros, donde los agentes de la SS iban con sus familias a un día de esparcimiento, bajo la atenta y envidiosa mirada de quienes sólo acariciaban las varillas.
Los inadaptados tenían un espacio reservado. Uno de los brazos de acceso del portal de Buchenwald era el Bunker. Se trata de los calabozos, donde los internos que no cumplían con las instrucciones internas como no rendir ningún culto religioso o meterse las manos en los bolsillos, eran recluidos por semanas. Los oficiales los sometían a verdaderos suplicios. Una de las formas más ligeras de tortura era el suministro de agua salada para que tuvieran más sed. También los obligaban a permanecer parados por horas y quienes buscaban reposo eran sometidos a un castigo consistente en 25 golpes de puño a la altura de los riñones.
En principio el calabozo estaba diseñado para una sola persona, pero los registros dan cuenta que cuando la población temporal se disparó de un promedio de 8 mil a 48 mil, hubo ocasiones en las que cada calabozo estaba ocupado por 16 presos.
También en este campo, en cercanías del crematorio, los agentes de la SS se encargaron de matar a 8 mil soviéticos que cayeron como prisioneros de guerra. Con el argumento que serían sometidos a un chequeo físico, los oficiales los conducían por un pasillo hasta el médico militar. Una vez allí, el profesional les observaba la boca, sólo para fijarse si traían dientes de oro para extirparlos, y luego les tomaba la estatura. Lo significativo del caso es que el medidor tenía un milimétrico orificio vertical con el grosor suficiente para que el oficial de la SS, ubicado detrás de la pared, tenga el ángulo perfecto para darle un disparo en la nuca.
El campo de concentración de Buchenwald, fue liberado por los norteamericanos en abril de 1945. En tal ocasión, se encontraban en el lugar 21 mil presos, entre ellos 900 niños y adolescentes. Tras la liberación, el gobierno norteamericano cedió el sitio a los soviéticos quienes los convirtieron en una sede de desnazificación durante el establecimiento de la República Democrática Alemana.
Hoy en Buchenwald sólo queda el recuerdo del horror, con un memorial dedicado a todos aquellos que fueron sometidos a crueles infortunios. Mientras, la memoria colectiva aún se encuentra sesgada, ya que los responsables del memorial comentaron que recientemente, unos hombres mayores llegaron al sitio, ingresaron al zoológico y al contemplarlo empezaron a recordar anécdotas. Al consultárseles cómo conocían tantos detalles, se declararon ex agentes de la SS, e inmediatamente, sin remordimiento alguno, dijeron que sólo se acercaron a ver como había quedado su “hermoso Buchenwald”. No obstante, agregaron que pasaron tiempos lindos en el lugar, al punto que volverían a someterse al mismo régimen, si el gobierno los llamaba a “defender la patria”.

2 comentarios:

  1. WOW! Que esperiencia respirar el aire de esos edificios que fueron testigos de tantas perversidades! Encima le ganatse por pocos días a Obama en conocer el lugar ;) Jazmín G.

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