Es
bien sabido que las noticias tienen su implicancia en la determinación conductual
de los consumidores. Algunos
incluso configuran un submundo paralelo a partir de las informaciones que
reciben de los medios que gozan de su consentimiento.
Esta
situación convierte a los servicios informativos ya no sólo en generadores de
opinión, sino en componentes esenciales de la conducta sicosocial.
El “efecto
nocebo” es explicado por los científicos como la reacción adversa que manifiesta
el organismo humano provocando el empeoramiento en la sintomatología de una
enfermedad, por la expectativa de posibles consecuencias negativas que podría
causar tal o cual hecho.
Sería
como la antítesis del efecto placebo, fenómeno que provoca un estado de alivio
tras la supuesta ingesta de una medicación.
De
ser verdaderamente penetrante esta hipótesis en la sociedad contemporánea, esto
explicaría en primer término cómo sustancialmente aumentan los casos de
suicidios, violencia intrafamiliar, consumo de drogas o casos de depresión a partir de la asidua
difusión de eventos similares, más aún cuando estas noticias configuran el
soporte principal de la propuesta informativa de tal o cual medio de
comunicación.
No
obstante, es muy arriesgado llegar a una conclusión, como la manifestada en el
párrafo anterior, sin poseer un estudio acabado al respecto.
Básicamente,
podemos decir que se trata de una hipótesis que tiene suficiente sustento
conforme a la propuesta periodística de algunos medios que gozan del favor de
los indicadores de rating en Paraguay.
Hoy
por hoy, algunos medios de comunicación centran el presunto interés de los
televidentes en problemas domésticos y vecinales, donde la condición elemental
es la confrontación, que en muchos casos debe ir acompañada de violencia y
sangre para causar el efecto esperado.
Es,
fue y será ampliamente debatido el asunto de si es el medio de comunicación quien
instala la tendencia o si ésta es el resultado de la demanda informativa del
televidente. Aún así podría considerarse el enfoque de este post como un
elemento de decantación social que promueva el verdadero desarrollo cívico.
También
el tipo de oferta informativa al cual me refiero podría evidenciar el alto
grado de cretinismo e ignorancia del común denominador de los consumidores,
especialmente en aquellos que optan por las noticias de marcada tendencia sensacionalista.
Una
sociedad deprimida, ausente, con la cabeza gacha y sin expectativas de
desarrollo es, sin dudas, el resultado de un proceso sistémico de contaminación
por información tóxica.
Los
comunicadores tenemos un gran desafío. Debemos trascender el escollo de la
anécdota y ofrecer un servicio de calidad a nuestros seguidores.
Quizás por
esas razones de extraña compensación inesperada, vayamos de este modo construyendo
una sociedad más pensante y sana.
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